Un día un gran león
dormitaba bajo el sol cuando un ratoncito pasó corriendo sobre su pata y le
despertó. El león estaba a punto de comérselo cuando el ratón gritó:
-Por favor, señor,
dejadme marchar. Quizá algún día podré seros útil.
Al león le hizo reír la idea de que un ratón tan
pequeño pudiera servirle de ayuda alguna vez. Pero era un animal noble y lo
dejó partir.
Poco tiempo después, el
león cayó preso en una red. El animal se debatió con furia, pero las cuerdas
eran demasiado fuertes. Entonces rugió con toda su potencia. El ratoncito le
oyó y corrió hacia donde se encontraba.
-No te muevas león, y yo
te libraré. Voy a roer las cuerdas.
El ratón cortó las cuerdas con sus afilados
dientecillos y el león pudo escaparse de la red.
-Una vez te reíste de
mi- dijo el ratón.- Pensaste que yo era demasiado pequeño para serte de alguna
ayuda. Pero ya lo ves, debes la vida a un pequeño y humilde ratoncito.
Fábula de Esopo, reescrita por La Fontaine o por
Samaniego
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